
Una noche llaman a la puerta. Consuelo y Valentina con unas tortas de maiz recién hechas, el primer bocado del día. Abren temerosa. Es un barbudo embozado en un sucio chaquetón. Valentina le reconoce, le abraza; es su hermano Pepe. Tiene una guarida en el monte, le buscan incesantemente por ser uno de los cabecillas de la comarca. Habla del deseo de ver a sus hijos , tres niños pequeños, pero no puede acercarse a su casa, le esperan allí sin tregua, lo sabe . Le pide a Valentina que vaya a ver a su esposa, que la tranquilice, que sepa al menos que está vivo. Se come las tortas, Consuelo lo mira en silencio con rabia . A partir de entonces cuando la guardia civil no ande por el pueblo Valentina encenderá una vela en la ventana más alta y él bajará a comer algo. Por las noches Valentina mira a los montes en donde está su hermano. No se atreve a preguntar por el otro Pepe a nadie , pero sabe que cuando haya noticias suyas alguien vendrá corriendo a contárselo.
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