lunes, 14 de febrero de 2011

Qué impuro es el amor

Hace años yo defendía con denuedo el amor absoluto; aquel que pervive por encima de todo y pese a todo. Digamos que yo era una purista de lo que entendía por amor y reprochaba a mi novio que estuviera más o menos cariñoso o entusiasta conmigo, dependiendo a veces de mi ropa o de mi arreglo personal y que se fijase sólo o demasiado en el aspecto físico, incluso le recibí en alguna ocasión con una bata de mi abuelo que yo me ponía en su recuerdo como intentando que su espíritu me penetrase y con la que obviamente estaba muy poco o nada favorecida, pero lo hacía para retarle , para decirle "yo soy la misma" y poder enfadarme si me hacía algún reproche por su falta de "amor verdadero".
Un día que estábamos en Madrid, creo que en el museo de cera, había unos espejos de esos que distorsionan la imagen, ( mucha gente debería de pasar por allí para una cura de humildad ) y al verle  reflejado en uno de ellos, él que era alto y delgado apareció como un enano gordezuelo y entonces me di cuenta de la mentira que era todo, de la mentira que somos, porque yo supe que no podría quererle así.