jueves, 7 de enero de 2010

Mirando sin ser vista





Algunos domingos y fiestas Valentina se iba con su pequeña a pasar la tarde a la caseta de su amiga que era   guardabarreras, y desde allí escondida veía por unos instantes  a su Pepe del alma. Los mozos venían caminando desde el otro pueblo y cruzaban las vías del tren cantando y alborotando. Ella nerviosa les miraba sin perder detalle tras un ventanuco. Iban de fiesta y para ella era toda una alegría comprobar que él seguía soltero, le daba un vuelco el corazón  cuando ya desde lejos reconocía su figura, su forma de caminar y su voz y la hacía sentirse tranquila el saber que seguía soltero y solo con los juerguistas de siempre. Cogía en brazos a la pequeña Consuelo y la asomaba por el ventanuco. Ese, ese es tu padre le decía . Y así fue como un día que la niña había ido al bar a algún recado un domingo se topó con aquel hombre que la llamó y le compró unas chucherias. ¿Sabes quien soy le preguntó? y ella para su sorpresa le respondió con toda naturalidad : Eres mi padre.

Ella era el vivo retrato de sus hermanas y de él mismo y eso le sorprendió sobremanera. Pensó entonces en hablar con Valentina pero la guerra civil estaba acechando y a los pocos meses se iría de voluntario al frente así como también lo hicieron todos los hermanos de Valentina, todos rojos para desdicha de su padre que sentía hervir la sangre cuando ellos que ya casi ni le hablaban exponían sus ideas tan contrarias a las suyas.