martes, 8 de febrero de 2011

La emoción del color




La felicidad momentánea a veces me asalta como la tristeza, de un modo para el que no encuentro razón. Hoy mientras aguardaba en una sala de espera contemplé en un rincón una especie de junquillos amarillos colocados en una vasija ante una pared pintada de ocres. Aquel conjunto de tonos pajizos con visos azafranados me envolvieron en una alegría inexplicable y recordé que no era la primera vez que el color, algunos colores, ninguno en concreto , pueden hacerme sentir bien, de alguna manera transportarme a otro estado de ánimo. Analicé mi entorno y comprobé que no era la música ambiental, bastante insustancial, ni el motivo que me llevaba a aquel lugar; un mero trámite y recordé otras ocasiones en que el simple acto de visualizar un color me había producido algo similar. Supongo que el subconsciente nos hace evocar situaciones positivas que son la referencia al cambio de estado de ánimo. Creo que existe la “cromoterapía” en la ayuda de ciertas dolencias y he de suponer su efectividad dada mi experiencia por muy descreída que sea en las curas alternativas .

Recuerdo las cortinas de la ducha en una casa en la que vivía ,  salpicadas de muchos colores a modo de pinceladas y como concentraba mi vista en un tono rojizo , escarlata o bermellón y me parecía transportarme a la infancia, más concretamente a la sensación de un caramelo grande y voluminoso aunque nunca tuve la seguridad de que era eso lo que me hacía mirar aquel pedacito de color con tan intensa fruición.