jueves, 24 de diciembre de 2009

Que por mayo era por mayo



Cuando la niña nació el sol entraba por el balcón a primeras horas de la mañana. Una chiquitina rubia y de ojos azules igualita que su padre. El abuelo se convertía más en niño cada día que pasaba y así Valentina les cuidaba a los dos casi por igual. Consuelo le puso por nombre a petición de la madrina y llevaba los apellidos de Valentina aunque curiosamente como suele ocurrir en los pueblos cercanos era el mismo apellido que el de su padre. La niña crecía feliz y rozagante, siempre con vestidos limpios y lustrosos que destacaban sobre la mayoría de los niños del pueblo que siendo seis o siete hermanos de media por familia, tenían que compartir el escaso tiempo de una madre generalmente atareada en la casa y en el campo . A Valentina le gustaba la pulcritud y no dudaba en cambiarla las veces que fuera necesario y se entretenia en hacerle diferentes peinados con lacitos de todos los colores . Valentina era muy morena y aquella niña tan blanca contrastaba con ella en todos los sentidos. Muchas veces le dirían que no parecía hija suya y ella se sentía orgullosa porque no tenía muy buena opinión de su persona en cuanto a su físico. Por aquel entonces ser de tez morena no era precisamente sinónimo de belleza.
Los años fueron pasando y sus hermanos mayores se habían casado. Quedaba en casa Natividad ahora al cargo de la casa y ayudando a su padre en la carteria y el pequeño Avelino que zascandileaba de un lado para otro. Rosario se había casado con un músico y perdería a su primera hija tan deseada. Pocas veces lograban reunirse todos en casa del padre viudo, pero en esas ocasiones Valentina disfrutaba de lo lindo y también Consuelo tan hija única como era.