jueves, 4 de octubre de 2012

Javier Marías y los inquilinos



Me permito copiar aquí esta reflexión de Javier Marías porque poco se ha dicho y no con tanta precisión como en este caso. Debe ser que ya todos los españoles son propietarios y nadie se acuerda del inquilino.




En pleno mes de agosto, la Ministra de Fomento, Ana Pas­tor, presentó la llamada “nueva ley de Medidas de Flexibiliza­ción y Fomento del Alquiler de Viviendas”, que, como su pomposo y absurdo nombre no indica, pretende “dar gas al raquítico mercado del alquiler en España, muy por debajo de la me­dia de la Unión europea”. La idea no sería mala en sí misma (si fuera cierta): más de una vez he criticado la obsesión de los españoles por tener una vivienda en propiedad. Es una de las causas de nuestros males; es lo que ha llevado a millones de ciudadanos a hipotecarse durante treinta, cuarenta y hasta cincuenta años para comprarse un piso, con el beneplá­cito y las tentadoras ofertas de crédito de todos los bancos. La gente tiene la noción primaria y estúpida de que, si alquila, “está tirando el dinero”, porque destina a satisfacer la renta mensual “más o menos” lo que destinaría a pagar la hipoteca, con la diferencia de que, en el segundo caso, al final la vivien­da sería suya y se la dejaría a sus hijos. Como sabemos dema­siado bien ahora, son centenares de miles las familias que, al no poder hacer frente a su hipoteca, han perdido su piso y su dinero. En los años de la burbuja inmobiliaria yo me pregun­taba: “Dada la precariedad actual del empleo, ¿cómo hay tan­tos individuos dispuestos a endeudarse para toda su vida –y quizá parte de su muerte-, con los trágicos riesgos que com­porta, en vez de alquilar sin más problemas?” Uno no “tira el dinero” por hacer esto último: lo gasta a cambio de algo, de la misma manera que gasta en comer o en vestirse. La obsesión por la compra del piso es propia de país atrasado y supersti­cioso. Menos del 20% de los españoles viven en alquiler mien­tras que en Francia, Gran Bretaña o Alemania el porcentaje ronda o supera el 50%, si no estoy mal informado.
La Ministra Pastor, sin embargo, o es muy cínica o es muy corta (o en fin, no son cosas que se excluyan). Porque vea­mos: con esta nueva ley bastará con que el inquilino se retra­se diez días en el pago de una mensualidad para que la justi­cia apruebe su desahucio (“desahucio exprés”, lo llaman); y, a diferencia de lo que ocurría hasta hoy, el abono de la deuda -pongamos en el undécimo día- ya no pondrá fin automática­mente a ese procedimiento de desahucio, sino que éste seguirá adelante sin vuelta de hoja. Así que si uno está de viaje dos semanas y no satisface la mensualidad cuando toca; o se produce un fallo en la domiciliación bancaria; o tiene un momentáneo e involuntario apuro económico (normal cuando el propio Estado, las autonomías y los ayuntamientos son morosos crónicos que incumplen con sus funcionarios y proveedores), uno se verá expulsado de su casa sin poder hacer nada para remediarlo. Otra alentadora medida de Pastor es que “tanto inquilino como arrendatario podrán pactar de mutuo acuerdo la actualización de las rentas, en lugar de la revisión automática acorde a la inflación”. Es decir, que si el case­ro decide arbitrariamente subir el alquiler un 50%, y no hay “mutuo acuerdo” -¿cómo puede haberlo?-, al inquilino no le restará sino hacer el petate. Por último, la reforma permitirá al propietario “recuperar en todos los casos la vivienda si la necesita para sí o sus familiares directos”, con un mero prea­viso de dos meses. Hasta ahora ese supuesto debía constar en el contrato, ya no. ¿Y quién va a comprobar si ese propietario utiliza el piso “recuperado” para lo que ha anunciado?
El resultado de esta nueva ley es el siguiente: no hay nin­guna garantía ni protección para los inquilinos, a los que se podrá echar sin causa justificada en cualquier momento. ¿Es así como Rajoy y Pastor van a animar a la gente a que alquile pisos? ¿Son tontos o nos toman por tales (tampoco esas dos cosas se excluyen)? ¿Quién diablos se va a meter en una vi­vienda arrendada si queda totalmente a merced de los capri­chos del dueño? ¿Quién va a amueblarla y mudarse si mañana el casero puede echarlo? No, con esta ley no va a darse “un equilibrio entre el arrendador y el arrendatario”, como ha di­cho esa Ministra que parece pensar con los pies. Más bien se limita a dejar al ciudadano común indefenso y a favorecer a los propietarios: Por lo de­más, lo que hace siempre este Gobierno, en todos los ámbitos.

Huyendo

El tiempo avispero implacable
zumbido perseguidor ha salido a buscarte.
Veloces y helicoidales las horas con sus aguijones,
caerán implacables sobre la piel, dispuestas a morir.
No corras, el estanque era solo un espejismo.

martes, 31 de julio de 2012

Sopa con alma


La historia que me contó una compañera un día que por algún motivo  las sopas de menudillos eran tema de conversacion, me llegó al alma nunca mejor dicho.
Hablábamos de comidas de la infancia y ella me relató lo que un día ocurrió en su casa. Al parecer ella  y su hermano siempre discutían por el corazón del pollo que ambos se querían comer con la sopa y que evidentemente sólo había uno . Un día que su hermano llegaba más tarde a la mesa  por algún motivo, ella dispuesta a hacerle de rabiar le espetó que ya se había comido el corazón. Ante el gran berrinche  que cogió  su hermano, la madre le llevó a la cocina  y cuando regresó al comedor satisfecho y orgulloso le gritó a su hermana: !Ja, tú te has comido el corazón, pero mamá me dio a mi el alma!
Mi amiga nunca supo que era lo que su madre le habría metido dentro de su sopa, pero a mi me impactó la imaginación y los recursos de aquella madre dispuesta a equilibrar la balanza.


jueves, 17 de mayo de 2012

El estigma de los funcionarios

Desde hace mucho tiempo no escribo nada, pero es que hay veces que otros saben decir las cosas mucho mejor. Puede parecer largo este artículo, pero no tiene desperdicio




El desprecio político al funcionariado

Contra la bajada salarial y el incremento de jornada en la función pública



El desprecio político al funcionariado

FRANCISCO J. BASTIDA CATEDRÁTICO DE DERECHO CONSTITUCIONAL Con el funcionariado está sucediendo lo mismo que con la crisis económica. Las víctimas son presentadas como culpables y los auténticos culpables se valen de su poder para desviar responsabilidades, metiéndoles mano al bolsillo y al horario laboral de quienes inútilmente proclaman su inocencia. Aquí, con el agravante de que al ser unas víctimas selectivas, personas que trabajan para la Administración pública, el resto de la sociedad también las pone en el punto de mira, como parte de la deuda que se le ha venido encima y no como una parte más de quienes sufren la crisis. La bajada salarial y el incremento de jornada de los funcionarios se aplaude de manera inmisericorde, con la satisfecha sonrisa de los gobernantes por ver ratificada su decisión.


Detrás de todo ello hay una ignorancia supina del origen del funcionariado. Se envidia de su status -y por eso se critica- la estabilidad que ofrece en el empleo, lo cual en tiempos de paro y de precariedad laboral es comprensible; pero esta permanencia tiene su razón de ser en la garantía de independencia de la Administración respecto de quien gobierne en cada momento; una garantía que es clave en el Estado de derecho. En coherencia, se establece constitucionalmente la igualdad de acceso a la función pública, conforme al mérito y a la capacidad de los concursantes. La expresión de ganar una plaza «en propiedad» responde a la idea de que al funcionario no se le puede «expropiar» o privar de su empleo público, sino en los casos legalmente previstos y nunca por capricho del político de turno. Cierto que no pocos funcionarios consideran esa «propiedad» en términos patrimoniales y no funcionales y se apoyan en ella para un escaso rendimiento laboral, a veces con el beneplácito sindical; pero esto es corregible mediante la inspección, sin tener que alterar aquella garantía del Estado de derecho.


Los que más contribuyen al desprecio de la profesionalidad del funcionariado son los políticos cuando acceden al poder. Están tan acostumbrados a medrar en el partido a base de lealtades y sumisiones personales, que cuando llegan a gobernar no se fían de los funcionarios que se encuentran. Con frecuencia los ven como un obstáculo a sus decisiones, como burócratas que ponen objeciones y controles legales a quienes piensan que no deberían tener límites por ser representantes de la soberanía popular. En caso de conflicto, la lealtad del funcionario a la ley y a su función pública llega a interpretarse por el gobernante como una deslealtad personal hacia él e incluso como una oculta estrategia al servicio de la oposición. Para evitar tal escollo han surgido, cada vez en mayor número, los cargos de confianza al margen de la Administración y de sus tablas salariales; también se ha provocado una hipertrofia de cargos de libre designación entre funcionarios, lo que ha suscitado entre éstos un interés en alinearse políticamente para acceder a puestos relevantes, que luego tendrán como premio una consolidación del complemento salarial de alto cargo. El deseo de crear un funcionariado afín ha conducido a la intromisión directa o indirecta de los gobernantes en procesos de selección de funcionarios, influyendo en la convocatoria de plazas, la definición de sus perfiles y temarios e incluso en la composición de los tribunales. Este modo clientelar de entender la Administración, en sí mismo una corrupción, tiene mucho que ver con la corrupción económico-política conocida y con el fallo en los controles para atajarla.


Estos gobernantes de todos los colores políticos, pero sobre todo los que se tildan de liberales, son los que, tras la perversión causada por ellos mismos en la función pública, arremeten contra la tropa funcionarial, sea personal sanitario, docente o puramente administrativo. Si la crisis es general, no es comprensible que se rebaje el sueldo sólo a los funcionarios y, si lo que se quiere es gravar a los que tienen un empleo, debería ser una medida general para todos los que perciben rentas por el trabajo sean de fuente pública o privada. Con todo, lo más sangrante no es el recorte económico en el salario del funcionario, sino el insulto personal a su dignidad. Pretender que trabaje media hora más al día no resuelve ningún problema básico ni ahorra puestos de trabajo, pero sirve para señalarle como persona poco productiva. Reducir los llamados «moscosos» o días de libre disposición -que nacieron en parte como un complemento salarial en especie ante la pérdida de poder adquisitivo- no alivia en nada a la Administración, ya que jamás se ha contratado a una persona para sustituir a quien disfruta de esos días, pues se reparte el trabajo entre los compañeros. La medida sólo sirve para crispar y desmotivar a un personal que, además de ver cómo se le rebaja su sueldo, tiene que soportar que los gobernantes lo estigmaticen como una carga para salir de la crisis. Pura demagogia para dividir a los paganos. En contraste, los políticos en el poder no renuncian a sus asesores ni a ninguno de sus generosos y múltiples emolumentos y prebendas, que en la mayoría de los casos jamás tendrían ni en la Administración ni en la empresa privada si sólo se valorasen su mérito y capacidad. Y lo grave es que no hay propósito de enmienda. No se engañen, la crisis no ha corregido los malos hábitos; todo lo más, los ha frenado por falta de financiación o, simplemente, ha forzado a practicarlos de manera más discreta.


sábado, 26 de noviembre de 2011

La prima de riesgo

Ya estoy hasta las narices de la prima de riesgo, esa veleidosa mujer que se cuela en los mercados, que se mueve sólo por espurios intereses y mantiene en jaque a todo el mundo. Por ahí anda cortando cabezas sin despeinarse ni un pelo y tenemos que soportarla a diario en todos los informativos. Porque, vamos a ver...si todos somos los primos del riesgo, a cuento de qué ella está tomando tanto protagonismo

martes, 20 de septiembre de 2011

Presagios

Me despierto con frío, después de tanto calor y de dormir con una simple sábana, hoy necesito una manta, un cobijo para hibernar mientras sueño, me demoro, remoloneo, pero no me queda más remedio que empezar el día y se que lo haré con miedo. El frío se me ha metido en el alma como unos nubarrones negros de presagios, de malos augurios, de que lo que vendrá no será bueno .De ayer a hoy nada ha pasado ¿por qué esta mutación de sentimientos?

lunes, 5 de septiembre de 2011

Empezares

Por encima de todos mis recuerdos y sin sumergirme en nostalgias que son dolor como consta en su etimología, no puedo evitar volver a revivir como el tiempo de más ávida búsqueda de la felicidad, aquel de mis “empezares al colegio”, cuando cogida de la mano de mi madre me adentraba en la librería con la lista de objetos escolares que debía comprar para el nuevo curso. Se que el olor está dentro de nuestra memoria más profundamente grabado que cualquier imagen y que no soy la única que caigo en éxtasis al oler una goma de nata o la tinta de las letras impresas en los nuevos libros de texto, pero una y otra vez cuando comienza septiembre me vuelvo a encontrar con la esperanza de algo nuevo, de unas puertas abiertas a cualquier parte.


Se que mi madre se desesperaba conmigo porque siempre quería más, la caja más grande de pinturas Alpino, el bolígrafo más moderno, las tapas de las libretas más bonitas…y que volvía a casa con ansias de ser mejor en el nuevo curso, de hacer la letra más perfecta, de mantener el cuaderno más limpio y se también que era incapaz de hacer más de tres hojas sin borrar y que incluso llegaba a agujerear el papel y las arrancaba una y otra vez hasta que la libreta quedaba tan delgada que me regañaban en casa.

Puedo decir sin dudarlo un momento que si busco entre todos los momentos felices de la vida “ese” de mis empezares es el que más me gusta. No tiene ni comparación con las Navidades, cuando todos nos reuníamos y eran momentos de algarabía buscando una mano que me acariciase por encima de la cabeza de mi hermano, más grande y poblada de rizos además de una larga memoria. Ni siquiera se puede comparar al nerviosismo de la llegada de los Reyes Magos, que me ilusionaban más por magos que por los regalos que traían, ni con la libertad de mis tardes en la playa cuando la arena se enfriaba y la gente iba desapareciendo hacia sus casas, dejándonos dueños de aquel vasto imperio de arena y mar para perdernos a nuestros anchas. No, no tiene comparación con los principios de los amores, ni con la ilusión de los viajes. La entrada en la librería , el botín de mis libros y cuadernos incluido sobre todo el de dibujo , el primer Atlas, los diccionarios, las acuarelas …toda esa emoción nunca podrá ser contenida de nuevo, pero sabiéndolo me siento rica porque se que nadie podrá superarme ni yo misma.